jueves, 27 de octubre de 2011

Jumilla FL (Restaurante Azul)




Es uno de los mejores restaurantes de Miami. Está en el Mandarín Oriental y sube bastante de precio, aunque nosotros estuvimos en unas jornadas (Miami Spice) con un menú cerrado que no estaba mal de precio. La cena fue muy bien, con un nivel alto para lo que se suele encontrar por aquellas tierras. La carta de vino es espectacular, en longitud, y por la cantidad de dólares que te puedes dejar. Decidimos hacer patria y no destrozar la visa y pedimos un Jumilla, Juan Gil 2007. En ese momento nos cambiaron de inmediato las copas, nos trajeron la cristalería Riedel y nos comentaron que se notaba que nos gustaban los buenos vinos....y nosotros encantados, que pensábamos que lo mismo nos miraban mal por no elegir los franceses de mas de 200$. El chef es Joel Huff, que comenzó como experto en sushi en California y trabajó en alguno de los restaurantes de José Andrés en elos EEUU. Con Huff está tambien el jovencísimo Brad Kilgore, bragado previamente en el sorprendente Alinea, de Chicago. En cuanto a los platos, tomamos el hamachi con cherry y chalotas y la ensalada de cangrejo con papaya y aderezo tailandés. Raciones muy pequeñas para esos lares, pero sabores impresionantes. De plato principal el risotto con huevo cocinado a 63 grados y setas Hon Shimgi y la carrillera de Kobe (excelente)que recomendaban degustar con un Numanthia 2008. De postre una delicada panna cotta y frutas tropicales con helado. A los cafés, unos pettit fours. Recomendable.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Restaurante Sitka & Spruce en Seattle: Grunge fine dining



Mezclamos Duralex y Riedel...una mesa de madera larga, un horno de leña y la musica de Neil Young y el Bowie más setentero....y ya podemos hacernos una idea del ambiente de "Sitka and Spruce"...el pequeńo y acogedor local del chef Matthew Dillon. Él mismo cocina ante nosotros con la asistencia de una especie de rastafari que pincha, corta y salsea. Amplia carta de vinos locales, franceses e italianos. Pedimos una botella de blanco, Alba Cor, 52% Pinot Gris / 46% Gewurztraminer. Una ensalada de brócoli, endivias, boquerones en vinagre y salsa de anchoas. Muy curiosa y refrescante. De platos principales un Pink Salmón con albahaca y setas salteadas y un cochinillo al horno con salchichas al vino que venía con un lecho de crema de aceitunas negras y tomatitos en una especie de vinagreta. El pan era de hogaza, con mantequilla salada. El servicio bueno, con la sensación de estar cenando en la casa de Dillon. Está en el Melrose Market, muy de moda y en alza. Allí mismo está Ferd’nand, el bar del mismo chef en el que podemos comprar vinos muy interesantes.

miércoles, 17 de agosto de 2011

martes, 3 de mayo de 2011

Aponiente (Puerto de Santa María)

La experiencia comenzó prometedora, ascendió rápidamente de nivel y acabó en mosqueo. Una decepción desalentadora. De los menús degustación pedimos el intermedio, maridado con vinos, pero no los generosos VORS, sino el normal. Nos tomó la comanda el propio cocinero, y al momento llegó el sumiller para preguntar gustos. Fue una larga charla que no entendimos muy bien, porque insistimos en dejarnos llevar mientras él se empeñaba en concretar. Más tarde entendimos lo que sucedía. Al final nos puso unas copas de Manzanilla San León Reserva de la Familia, muy interesante, con sabor a maderas.....y después rellenó las copas. Y así hasta el final...Pensábamos que sería una apuesta radical de maridaje, hasta que descubrimos que no era tal. Tomamos todo el menú con el mismo vino. El propietario del restaurante se había equivocado al tomar la comanda o no lo comunicó correctamente, porque cuando llegó la cuenta vimos que nos habían puesto el menú degustación básico sin maridaje, con lo que fue entonces cuando entendimos el tercer grado al que nos sometió el sumiller. Una pena porque la comida es bastante destacable, aunque te quedas con ganas de un final mas redondo. El buñuelo de camarones te hace soñar. Las chacinas de mar sorprenden. La caballa marinada con cominos en suave y deliciosa, lo mismo que las sardinillas braseadas en huesos de aceitunas. El Tomaso que pinta de verde el fondo del plato tiene aires japoneses y es contundente en el sabor...lo mismo que los langostinos en su jugo. Divertidas las empanadillas de calamares de potera que estallan en la boca y -para nuestro gusto- final poco acertado con el arroz de plancton, que más parece un entrante que una guinda para un menú que discurría por un "crescendo" espectacular de sabores. Quizás el Tomado hubiera ido mejor como traca final. El sutil de manzana hace de sorbete para cambiar al postre: el pastel de medina sidonia, que no estaba mal, aunque el sabor del huevo se imponía demasiado. Con el café nos pusieron unos petit fours microscópicos...."super petit"...jeje...el reinado de lo mínimal puede llegar a ser ridículo¡. En fin, las expectativas muy altas, la comida en línea (por lo menos al principio) y final triste, sin el maridaje que habíamos pedido. Lo peor fue preguntarse el "porqué" del error ¿se dio por hecho que queríamos el más barato?....mejor no buscar esta respuesta (que te cabreas mas). Al despedirnos ya no estaba el cocinero y tampoco era plan descargar contra el sumiller, que tal vez no tenía idea de lo sucedido, así que a pasear por el Puerto y a tomarse una leche merengada fresquita ¡¡¡¡. Otra vez será ¡¡¡¡.