martes, 3 de mayo de 2011

Aponiente (Puerto de Santa María)

La experiencia comenzó prometedora, ascendió rápidamente de nivel y acabó en mosqueo. Una decepción desalentadora. De los menús degustación pedimos el intermedio, maridado con vinos, pero no los generosos VORS, sino el normal. Nos tomó la comanda el propio cocinero, y al momento llegó el sumiller para preguntar gustos. Fue una larga charla que no entendimos muy bien, porque insistimos en dejarnos llevar mientras él se empeñaba en concretar. Más tarde entendimos lo que sucedía. Al final nos puso unas copas de Manzanilla San León Reserva de la Familia, muy interesante, con sabor a maderas.....y después rellenó las copas. Y así hasta el final...Pensábamos que sería una apuesta radical de maridaje, hasta que descubrimos que no era tal. Tomamos todo el menú con el mismo vino. El propietario del restaurante se había equivocado al tomar la comanda o no lo comunicó correctamente, porque cuando llegó la cuenta vimos que nos habían puesto el menú degustación básico sin maridaje, con lo que fue entonces cuando entendimos el tercer grado al que nos sometió el sumiller. Una pena porque la comida es bastante destacable, aunque te quedas con ganas de un final mas redondo. El buñuelo de camarones te hace soñar. Las chacinas de mar sorprenden. La caballa marinada con cominos en suave y deliciosa, lo mismo que las sardinillas braseadas en huesos de aceitunas. El Tomaso que pinta de verde el fondo del plato tiene aires japoneses y es contundente en el sabor...lo mismo que los langostinos en su jugo. Divertidas las empanadillas de calamares de potera que estallan en la boca y -para nuestro gusto- final poco acertado con el arroz de plancton, que más parece un entrante que una guinda para un menú que discurría por un "crescendo" espectacular de sabores. Quizás el Tomado hubiera ido mejor como traca final. El sutil de manzana hace de sorbete para cambiar al postre: el pastel de medina sidonia, que no estaba mal, aunque el sabor del huevo se imponía demasiado. Con el café nos pusieron unos petit fours microscópicos...."super petit"...jeje...el reinado de lo mínimal puede llegar a ser ridículo¡. En fin, las expectativas muy altas, la comida en línea (por lo menos al principio) y final triste, sin el maridaje que habíamos pedido. Lo peor fue preguntarse el "porqué" del error ¿se dio por hecho que queríamos el más barato?....mejor no buscar esta respuesta (que te cabreas mas). Al despedirnos ya no estaba el cocinero y tampoco era plan descargar contra el sumiller, que tal vez no tenía idea de lo sucedido, así que a pasear por el Puerto y a tomarse una leche merengada fresquita ¡¡¡¡. Otra vez será ¡¡¡¡.