miércoles, 20 de marzo de 2013

Negu Berotasuna (Restaurante Porrue - Bilbao)

Nueva visita a Bilbao y nuevo templo a visitar en futuras ocasiones. Teníamos ya dos favoritos indiscutibles, Mina y Etxanobe, y ahora añadimos Porrue. Por cierto que habíamos reservado a través de la web de nuevo en Mina, y cual fue la sorpresa que por problemas en su servidor nos quedamos sin mesa. No les llegó la reserva de su propia web. Una pena poner servicios en la red que luego no funcionan, pero en fin...a lo que íbamos, que el destino quiso que abriéramos horizontes y -desde luego- cabe decir que ha valido la pena. Llegamos a tiempo de disfrutar todavía el menú de invierno "Negu Berotasuna" (El calor del invierno) diseñado por el chef Unai Campo. El mismo nos toma nota y nos augura una buena velada que luego se confirmaría. Acompañamos con un Belondrade y Lurtón bien fresquito y acabamos pidiendo gin tonics después de los cafés. El menú fue de menos a más. Visto con perspectiva lo más flojo fuera -tal vez- el arranque, con el terciopelo de calabaza y la morcilla, aunque rápidamente remontaría con el huevo a baja temperatura, la trufa negra y el caldo de pollo lumagorri. Excelente la vieira a la brasa, aunque el socarrat que acompañaba tal vez estuviera demasiado quemado. A continuación llegó una increíble sopa de pescados a la parrilla. Los hacen a la brasa delante de ti y después añaden el caldo. Sensacional y visual (además de oloroso). Siguió una buenísima lubina con curry sobre pochas para acabar con un guiso de jabalí inconmensurable en sabor y textura, acompañado con unas trompetas de la muerte y un bombón de queso que estallaba en la boca dando el toque justo para compensar la intensidad de la carne. El primer postre era una mousse de piña colada y el segundo el momento más moderno de la cena, el yogurt cuajado en nitrógeno líquido con una esponja de cítricos y una pomada de miel en su tubito, como esos de los dentífricos de viaje. Gran final para una gran cena en la que se entremezcló cocina tradicional y toques contemporáneos. Con los cafés unos tarritos de chocolates en diferentes texturas y para rematar los rutilantes gin tonics que nos preparó el propio Unai. Enormes (Bilbao Size) y con gran variedad de ingredientes y colores....hielos aromatizados, ramas, frutas...etc. La atención fue magnífica y salimos del local seguros de que habrá que volver sin dilación.










lunes, 21 de enero de 2013

Passa del Dassa Bassa


Reservamos a través del servicio de El Tenedor por Internet para el "gastrofestival Madrid 2013" en el restaurante Dassa Bassa y en la información de la reserva se recogía el menú y que incluía una botella de blanco o de tinto. Al llegar el camarero que nos atiende (tras soltar una risita) nos dice que no es así, que se trata tan sólo de una copa, que eso es a lo que nos da derecho "el bono". ¿Qué bono?...luego nos enteramos que allí va mucha gente con bonos de esos de las cajas regalo. Ya de entrada se nota que el servicio va a carril. Ante la duda, y por si la memoria falla, compruebo de nuevo lo que venía en la página en la que reservamos. Como no hay cobertura en la cueva en la que está el restaurante, hay que subir arriba. Allí le pregunto a otro camarero que me dice lo mismo, pero a éste le enseño lo que dice en la página y comprueba que pone efectivamente una botella y no una copa. Llama por teléfono a Darío Barrio, el chef y dueño del local, y al colgar me dice lo mismo, que debe ser un error. ¿Error de quien?. Vuelvo a bajar con la cena ya comenzada, y obviamente estropeada por tanta gestión, y aparece al rato el propio cocinero para ver qué pasaba. Le vuelvo a explicar lo sucedido, creyendo que diría que aunque se trate de un error nos pondría la botella, pero no es así. Explica que eso es lo que pasa "por trabajar con intermediarios". La pregunta es ¿quien le obliga a ello?. Y más allá, si el error es del "intermediario" ¿porqué lo paga el cliente?, Y una más ¿porqué el restaurante no se ha preocupado de comprobar lo que se oferta en esa página con la que trabajan?. A todo esto ya nos miraban los demás clientes con la lógica curiosidad. Al propietario del local parecía que se le fuera a hundir el negocio si nos ponía la maldita botella ofertada. Al final y después de un absurdo tira y afloja lo dejamos estar porque parecía que estuviéramos mendigando. Antes de darse la media vuelta apenas añadió con una sonrisa forzada que no nos preocupáramos, que él personalmente se encargaría de que no nos faltara vino. Así que nos quedamos con la copita escasa y la esperanza de que -al menos- la rellenarían en alguna ocasión. Craso error....todavía estamos esperando. Ni rellenaron la copa de vino ni tampoco la de agua en toda la cena, y eso que al final nos cargaron en la cuenta una botella de agua que nunca reposó en nuestro mantel. Al despedirnos ni una disculpa ni una palabra. Una camarera nos cobró y nadie nos dijo ni buenas noches. No preguntó el maitre del restaurante, que sí se interesó por la opinión de otros clientes. Tampoco volvió a aparecer Darío Barrio. Al día siguiente ya habían cambiado en la página lo de la famosa botella, pero guardamos documento gráfico de que se ofrecía (menos mal, no vayan a pensar que estamos locos¡). En cuanto a la cena, nada destacable. Un trozo de pastel de cabracho, un huevo pasado por agua con puré por encima y un pedazo de carrillera, 40 euros. Hacía tiempo que no salía tan cabreado de un restaurante. Prometo hacer más caso a partir de ahora a los demás colaboradores de Verema, porque las críticas aquí ya advertían. Lo que pasa es que la más reciente era de hace tres años y pensaba que lo mismo habían evolucionado. Desgraciadamente no es así. Al día siguiente cenados estupendamente por 25 euros en el Café de Oriente sin tanta historia...y sin debate.

Celebremos el día de Martin Luther King ¡¡¡ - Booka Shade Mashup Remix

martes, 15 de enero de 2013

Nueva visita a Loidi by Martín Berasategui (BCN)







Vuelta a Loidi tres años después y la verdad es que a nosotros nos resultó bastante bien. Fuimos a cenar un grupo de amigos y pedimos el menú de cuatro platos con maridaje. Tras la copa de cava, tanto el blanco como el tinto y el vino dulce eran Étim, DO Montsant, de la Cooperativa Falset Marçà. El servicio del vino fue muy bueno, la copa nunca vacía, y nos fueron explicando las características de cada uno de ellos. De los entrantes, al final, el mejor fue el más sencillo...la Escudella con galets, que tenía un sabor estupendo. De los pescados, el bacalao envuelto en panceta con parmentier de patata, refrito de pasas y piñones con espinacas también recibió elogios. De las carnes, como éramos un grupo, probamos un poco de todo, aunque yo me quedo con el magret de pato, trinxat de patata con butifarra y jugo de rustido. Otros comensales eligieron la hamburguesa de rabo de buey con mahonesa de su jugo, cebolla caramelizada, rúcula e Idiazábal...muy jugosa, y repartimos por la mesa trocitos de chuleta Vasca, en este caso piropeando el acompañamiento.....el milhojas de patata y tocineta. A los postres, sencillos y sin mucha complicación, yo opté por los fresones con nata "en otro concepto", con una especie de arena de galleta. Bueno y refrescante- Los demás disfrutaron, y bastante, con el tiramisú tradicional con helado de café. La atención -la verdad- es que fue excelente a pesar de que al lado tenían a un grupo numeroso que estaba de celebración. 

lunes, 14 de enero de 2013

Jugosa Imaginación (La Salita - Valencia)




Sin duda es uno de los restaurantes a los que más veces he acudido y tiene pinta de que no me voy a cansar de hacerlo porque cada vez encuentro algo diferente. También algunos cambios en la sala desde la última visita. Fuimos un grupo de amigos a pasar la noche de Reyes y tanto el menú como la atención y los vinos gustaron a todo el mundo. Fue una cena de las que no se olvidan. Como toda historia, es muy importante el arranque y el final...y no perder el hilo durante la narración. Y así se desarrolló el festín, con ese arranque espectacular de la "casa de caramelos" llena de pequeñas porciones deliciosas como entrantes. Especial mención al hecho de que tuvieran en cuenta mi mala relación con los pimientos, con lo que adaptaron mi parte sin que por ello desentonara el conjunto. Sólo por este comienzo valía la pena haber acudido de nuevo a La Salita. Lo acompañamos con un cava rosado valenciano que maridó a la perfección. Las alcachofas con gambas y crujiente de camarones que llegaron a continuación siguieron con el ambiente de fiesta. Esa tortillita de camarones no le tiene que envidiar nada a sus hermanas gaditanas. En algún aspecto incluso mejora, al ser menos grasienta. La primera parte se cerraba con un clásico de la casa, el granizado de gin tonic, no sin antes dar buena cuenta del cous cous con vieira y esos copos de bonito que se mueven en el plato como si recordaran todavía el mar. En busca de mayores contundencias, esa segunda parte se abre con el rissotto de boletus, pato y foie con aire de Pedro Ximenez. Siendo fan del arroz en todos su formatos ya me habían ganado la batalla y la guerra, pero es que además el fondo, el caldo que mojaba los granos, tenía un sabor espectacular. El crocanti de Rabo de toro que culminaba el menú antes del postre tenía el aspecto de un flamenquín. Delicioso. Lo típico que ya vas muy lleno y crees que solo lo vas a probar y al final no dejas ni brizna. Por cierto que hablando de toro a esas alturas ya habíamos dado buena cuenta de un riquísimo "Victorino" (Bodega Teso la Monja). Para la feria de postres que llegó a continuación nos pusieron una copa de un dulce malagueño que no recuerdo el nombre pero que fue -así mismo- ampliamente celebrado. El "tenderete" de pastelillos y galletas es de nuevo muy visual. Hay galletillas nórdicas de navidad y pequeños detalles para golosos empedernidos. El Coulant se llevó el premio por votación popular improvisada. Y como uno es ya perro viejo en este local, aconsejé a mis acompañantes no abandonar sin probar los cuidadísimos gin tonics que preparan aquí. El colofón ideal para no fallar. De nuevo un festival de sabores y algo muy importante cuando buscas algo más que producto...comer con las papilas gustativas que también tenemos en los ojos y en la imaginación. Gran evolución de este restaurante que no se explica uno como no recibe mayor atención. Puntos de interés a añadir es el hecho de que la cocina esté capitaneada por una mujer, que no parece que sea algo muy extendido en un mundo -el gastronómico- con mucha testosterona y también el hecho de que la relación calidad/precio esté a niveles inconmensurables. Con esos precios ni con agua caliente me echaban a mi de allí si viviera en Valencia.