El Poblet juega en las categorías superiores. Llegamos en un día lluvioso y nada más entrar nos ofrecieron toallas para secarnos. La decoración clásica mezclada con obras de arte contemporáneo. Sobre la mesa una escultura blanca y unos llamativos platitos para el pan de Versace (cantaban un poco). Elegimos el Menú Nuevas Tradiciones, que incluye platos "históricos" de la casa y algunos nuevos. El sumiller nos recomendó para el menú un vino del Priorato, de las bodegas Costers del Siurana, el Kyrie 2005, y le hicimos caso...que es verdad que los platos eran muy marineros....
Para empezar la "Trufa Blanca"....gran comienzo gustativo e irónico, por el juego que hace con el aspecto de las trufas que no son tales. Luego la espectacular "Bruma", sobre la que reposan las hierbas y las verdurillas. De tercer trallazo el "Cubalibre de foie gras", el original, que ya no sorprende pero ni falta que hace, que está de muerte. Luego llegaron dos platos de 2009, la sopa fría y la ostra ibérica. Son los más arriesgados, con los sabores más potentes, sobre todo la sopa, con la mezcla de crustáceos y cerezas....aunque al ir acabando el plato, se le va pillando el punto al sabor que al principio produce un poco de shock. A continuación llega otro capítulo, el del producto, con unas gambas rojas de Denia muy bien presentadas y una cigala de las Rotas jugosa y plena de sabor. A estas alturas, el Kyrie nos dejaba un regusto casi a manzanilla, al maridarlo con el marisco...(sería sugestión?).
Para ir acabando la Gallina de los Huevos de Oro, riquísimo plato aunque no pudimos dejar de recordar otro: "del huevo a la gallina" de Arzak. Cuando llegó el arroz Senia con morillas, hígado de pichón a la brasa y hierbas silvestres estábamos ya exhaustos....pero pudimos probarlo. Este último plato también es de 2009 y nos enseña cómo pueden hacerse los arroces del siglo XXI.
A los postres, un monocromático de coco, que hacía juego con la escultura que teníamos en la mesa....tal vez un poco simple. Y finalmente las piedras....varias texturas de chocolate y una especie de bola crujiente y dulce que -de nuevo- recuerda la forma de la trufa y enlaza con el primero de los platos...como si fuéramos a volver a empezar. Para los postres tomamos un Pedro Ximénez de Spinola.
Había sido una comida a mediodía espléndida....y seguía jarreando agua. Como ejemplo del excelente servicio de El Poblet, tan solo comentar que nos acompañaron con paraguas al coche. El personal supersimpático y atento. El ambiente muy "afrancesado"....y por poner alguna peguilla -que no todo van a ser piropos- estaría bien algún petit fours con los cafés y no advertir cuando se hace la reserva de que no permiten ropa deportiva o de baño.
Lo del bañador casi que lo entiendo, al estar cerca de la playa, aunque se nota a kilómetros que no es un chiringuito, pero lo de la ropa deportiva me parece muy ambiguo: ¿incluye también el calzado? ¿una camiseta que puede costar el doble de lo que valen algunas camisas?. En fin, el tema de la ropa en estos sitios lo llevo muy malamente. En fin, como el proceloso mundo textil todavía no me afecta al yantar, que es a lo que vamos, pues un sobresaliente¡¡.