lunes, 23 de noviembre de 2009

No hay quinto malo





El cuarto aniversario espectacular...así que a por el siguiente que -como dicen en los toros- no hay quinto malo¡¡¡. El menú de este cuarto año de placeres para los sentidos ha sido un acierto. Fuimos en grupo, porque últimamente cada vez que viajamos a Valencia con amigos no podemos hurtarles uno de los ¿secretos? mejor guardados de la ciudad: La Salita.

Para acompañar la cena pantagruélica ( y después de las cervezas con chips de yuca y plátano) pedimos un cava (Gramona) y un par de botellas de El Sequé 2007. En los aperitivos "el picoteo" la primera sorpresa fue el Gazpacho burbuja....Parecía una copa de cava con espuma, ligera y transparente, pero tenía todo el sabor original del gazpacho. La pregunta entre los comensales ¿y donde están los ingredientes? ¡no hay nada rojo¡. Delicioso. Después llegó “El calentito”, un consomé de olla para hacer cuerpo y poder con todas las delicias que se avecinaban.

El caldo viene con su croqueta. De ahí pasamos a la costilla de cerdo ibérico con una salsa que recuerda a la del pato lacado...impresionante, acompañado de una patata brava con remate "Arola". Los chips de sardina ya los habíamos probado en otros formatos y siguen siendo estupendos. La micro ensalada césar con anchoa casera fue el punto refrescante antes de su versión del bocata de jamón con tomate, en lenguaje gastronómico: esferificaciones de tomate, coca de aceite y Joselito.

Tras una breve pausa valorativa, llegaron los raviolis crujientes de rebollones con crema da calabaza asada, globo de mozzarella relleno de espuma de espárragos y aroma de trufa. Sorprendente el efecto del globo y fantástico el aroma de la trufa. A continuación llegó el arroz, que no podía faltar, con berberechos, navajas y jengibre, y con un fino carpaccio de pulpo y aire de lima. Al recuerdo me llegaron algunos sabores y preparaciones arroceras de Quique Dacosta, aunque sin quitarle personalidad a éste.

La mejor presentación llegó con el bacalao cocinado a baja temperatura con perlas de pimientos asados, carbón de olivas negras y crema intensa de caldo de jamón y puerros con virutas de albahaca. El plato aparece en la mesa cubierto con una campana de vidrio llena de humo que se disipa como la bruma cuando se abre. Muy interesante la mezcla de sabores...el bacalao y el jamón, "mar y montaña". El plato más peculiar, en mi opinión, puede ser el bombón de foie con helado de pan de especias...o te gusta mucho o te echa un poco para atrás el sabor del conejo. A mi me encantó, sobre todo maridado con unos sorbos de El Sequé, pero hubo quien le puso alguna pega a ese gusto tan potente.

Al borde de la extenuación llega el cochinillo confitado con salteado de alcachofas y naranja, pero aunque ya no tengas más hambre no puedes resistirte al color doradito de la piel, crujiente, en contraste con la carne, rosada y tierna. Menudo final ¡¡. Aunque en realidad todavía nos quedaban algunas sorpresas más. La deconstrucción de mojito es genial, tipo sorbete, refrescante después de la carne. La fiesta de chocolate, a los postres, incluía una bolita de tiramisú muy conseguida, aunque tal vez el nombre del plato prometía más calorías y cacao. Ya apurando los restos de la segunda botella de vino llegó la tabla de quesos, tres franceses y tres españoles, con frutos secos y salsas en cuchara para acompañar. Elegir el mejor casi provoca peleas¡¡¡. Siguiendo con el lenguaje taurino hubo "división de opiniones" entre los francófilos y los nacionalistas hispanos.

No quiero que se me olvide un detallazo, el sorbete de gin tonic, que me parece una de las cosas que no hay que perderse en este local. Soberbio ¡.

Así que el personal sacó los pañuelos y pidió orejas ( aunque fueran a la plancha) rabo de toro (estilo cordobés) y varias vueltas al ruedo del personal, que nos atendió estupendamente. Cena larga y -de nuevo- éxito para el Cicerone (yo mismo) que sigo sacando este conejo de la chistera (La Salita) para sorprender a propios y extraños.