Nueva visita a Bilbao y nuevo templo a visitar en futuras ocasiones. 
Teníamos ya dos favoritos indiscutibles, Mina y Etxanobe, y ahora 
añadimos Porrue. Por cierto que habíamos reservado a través de la web de
 nuevo en Mina, y cual fue la sorpresa que por problemas en su servidor 
nos quedamos sin mesa. No les llegó la reserva de su propia web. Una 
pena poner servicios en la red que luego no funcionan, pero en fin...a 
lo que íbamos, que el destino quiso que abriéramos horizontes y -desde 
luego- cabe decir que ha valido la pena. Llegamos a tiempo de disfrutar 
todavía el menú de invierno "Negu Berotasuna" (El calor del invierno) 
diseñado por el chef Unai Campo. El mismo nos toma nota y nos augura una
 buena velada que luego se confirmaría. Acompañamos con un Belondrade y 
Lurtón bien fresquito y acabamos pidiendo gin tonics después de los 
cafés. El menú fue de menos a más. Visto con perspectiva lo más flojo 
fuera -tal vez- el arranque, con el terciopelo de calabaza y la 
morcilla, aunque rápidamente remontaría con el huevo a baja temperatura,
 la trufa negra y el caldo de pollo lumagorri. Excelente la vieira a la 
brasa, aunque el socarrat que acompañaba tal vez estuviera demasiado 
quemado. A continuación llegó una increíble sopa de pescados a la 
parrilla. Los hacen a la brasa delante de ti y después añaden el caldo. 
Sensacional y visual (además de oloroso). Siguió una buenísima lubina 
con curry sobre pochas para acabar con un guiso de jabalí 
inconmensurable en sabor y textura, acompañado con unas trompetas de la 
muerte y un bombón de queso que estallaba en la boca dando el toque 
justo para compensar la intensidad de la carne. El primer postre era una
 mousse de piña colada y el segundo el momento más moderno de la cena, 
el yogurt cuajado en nitrógeno líquido con una esponja de cítricos y una
 pomada de miel en su tubito, como esos de los dentífricos de viaje. 
Gran final para una gran cena en la que se entremezcló cocina 
tradicional y toques contemporáneos. Con los cafés unos tarritos de 
chocolates en diferentes texturas y para rematar los rutilantes gin 
tonics que nos preparó el propio Unai. Enormes (Bilbao Size) y con gran 
variedad de ingredientes y colores....hielos aromatizados, ramas, 
frutas...etc. La atención fue magnífica y salimos del local seguros de 
que habrá que volver sin dilación.
 
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