lunes, 21 de enero de 2013

Passa del Dassa Bassa


Reservamos a través del servicio de El Tenedor por Internet para el "gastrofestival Madrid 2013" en el restaurante Dassa Bassa y en la información de la reserva se recogía el menú y que incluía una botella de blanco o de tinto. Al llegar el camarero que nos atiende (tras soltar una risita) nos dice que no es así, que se trata tan sólo de una copa, que eso es a lo que nos da derecho "el bono". ¿Qué bono?...luego nos enteramos que allí va mucha gente con bonos de esos de las cajas regalo. Ya de entrada se nota que el servicio va a carril. Ante la duda, y por si la memoria falla, compruebo de nuevo lo que venía en la página en la que reservamos. Como no hay cobertura en la cueva en la que está el restaurante, hay que subir arriba. Allí le pregunto a otro camarero que me dice lo mismo, pero a éste le enseño lo que dice en la página y comprueba que pone efectivamente una botella y no una copa. Llama por teléfono a Darío Barrio, el chef y dueño del local, y al colgar me dice lo mismo, que debe ser un error. ¿Error de quien?. Vuelvo a bajar con la cena ya comenzada, y obviamente estropeada por tanta gestión, y aparece al rato el propio cocinero para ver qué pasaba. Le vuelvo a explicar lo sucedido, creyendo que diría que aunque se trate de un error nos pondría la botella, pero no es así. Explica que eso es lo que pasa "por trabajar con intermediarios". La pregunta es ¿quien le obliga a ello?. Y más allá, si el error es del "intermediario" ¿porqué lo paga el cliente?, Y una más ¿porqué el restaurante no se ha preocupado de comprobar lo que se oferta en esa página con la que trabajan?. A todo esto ya nos miraban los demás clientes con la lógica curiosidad. Al propietario del local parecía que se le fuera a hundir el negocio si nos ponía la maldita botella ofertada. Al final y después de un absurdo tira y afloja lo dejamos estar porque parecía que estuviéramos mendigando. Antes de darse la media vuelta apenas añadió con una sonrisa forzada que no nos preocupáramos, que él personalmente se encargaría de que no nos faltara vino. Así que nos quedamos con la copita escasa y la esperanza de que -al menos- la rellenarían en alguna ocasión. Craso error....todavía estamos esperando. Ni rellenaron la copa de vino ni tampoco la de agua en toda la cena, y eso que al final nos cargaron en la cuenta una botella de agua que nunca reposó en nuestro mantel. Al despedirnos ni una disculpa ni una palabra. Una camarera nos cobró y nadie nos dijo ni buenas noches. No preguntó el maitre del restaurante, que sí se interesó por la opinión de otros clientes. Tampoco volvió a aparecer Darío Barrio. Al día siguiente ya habían cambiado en la página lo de la famosa botella, pero guardamos documento gráfico de que se ofrecía (menos mal, no vayan a pensar que estamos locos¡). En cuanto a la cena, nada destacable. Un trozo de pastel de cabracho, un huevo pasado por agua con puré por encima y un pedazo de carrillera, 40 euros. Hacía tiempo que no salía tan cabreado de un restaurante. Prometo hacer más caso a partir de ahora a los demás colaboradores de Verema, porque las críticas aquí ya advertían. Lo que pasa es que la más reciente era de hace tres años y pensaba que lo mismo habían evolucionado. Desgraciadamente no es así. Al día siguiente cenados estupendamente por 25 euros en el Café de Oriente sin tanta historia...y sin debate.

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