lunes, 14 de enero de 2013

Jugosa Imaginación (La Salita - Valencia)




Sin duda es uno de los restaurantes a los que más veces he acudido y tiene pinta de que no me voy a cansar de hacerlo porque cada vez encuentro algo diferente. También algunos cambios en la sala desde la última visita. Fuimos un grupo de amigos a pasar la noche de Reyes y tanto el menú como la atención y los vinos gustaron a todo el mundo. Fue una cena de las que no se olvidan. Como toda historia, es muy importante el arranque y el final...y no perder el hilo durante la narración. Y así se desarrolló el festín, con ese arranque espectacular de la "casa de caramelos" llena de pequeñas porciones deliciosas como entrantes. Especial mención al hecho de que tuvieran en cuenta mi mala relación con los pimientos, con lo que adaptaron mi parte sin que por ello desentonara el conjunto. Sólo por este comienzo valía la pena haber acudido de nuevo a La Salita. Lo acompañamos con un cava rosado valenciano que maridó a la perfección. Las alcachofas con gambas y crujiente de camarones que llegaron a continuación siguieron con el ambiente de fiesta. Esa tortillita de camarones no le tiene que envidiar nada a sus hermanas gaditanas. En algún aspecto incluso mejora, al ser menos grasienta. La primera parte se cerraba con un clásico de la casa, el granizado de gin tonic, no sin antes dar buena cuenta del cous cous con vieira y esos copos de bonito que se mueven en el plato como si recordaran todavía el mar. En busca de mayores contundencias, esa segunda parte se abre con el rissotto de boletus, pato y foie con aire de Pedro Ximenez. Siendo fan del arroz en todos su formatos ya me habían ganado la batalla y la guerra, pero es que además el fondo, el caldo que mojaba los granos, tenía un sabor espectacular. El crocanti de Rabo de toro que culminaba el menú antes del postre tenía el aspecto de un flamenquín. Delicioso. Lo típico que ya vas muy lleno y crees que solo lo vas a probar y al final no dejas ni brizna. Por cierto que hablando de toro a esas alturas ya habíamos dado buena cuenta de un riquísimo "Victorino" (Bodega Teso la Monja). Para la feria de postres que llegó a continuación nos pusieron una copa de un dulce malagueño que no recuerdo el nombre pero que fue -así mismo- ampliamente celebrado. El "tenderete" de pastelillos y galletas es de nuevo muy visual. Hay galletillas nórdicas de navidad y pequeños detalles para golosos empedernidos. El Coulant se llevó el premio por votación popular improvisada. Y como uno es ya perro viejo en este local, aconsejé a mis acompañantes no abandonar sin probar los cuidadísimos gin tonics que preparan aquí. El colofón ideal para no fallar. De nuevo un festival de sabores y algo muy importante cuando buscas algo más que producto...comer con las papilas gustativas que también tenemos en los ojos y en la imaginación. Gran evolución de este restaurante que no se explica uno como no recibe mayor atención. Puntos de interés a añadir es el hecho de que la cocina esté capitaneada por una mujer, que no parece que sea algo muy extendido en un mundo -el gastronómico- con mucha testosterona y también el hecho de que la relación calidad/precio esté a niveles inconmensurables. Con esos precios ni con agua caliente me echaban a mi de allí si viviera en Valencia.

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